Ixmiquilpan, Hgo. Los asistentes a la tradicional fiesta del charape –aguamiel fermentado con frutas—, en honor a San Nicolás, patrón de la comunidad indígena del mismo nombre, recibieron miles de litros de pulque que les obsequiaron las familias de los ocho nuevos mayordomos de la parroquia local.
En un ambiente de fiesta, con música de banda de fondo y estallidos de cohetones, los asistentes acercaron vasos, jarras, termos y botellas de refresco vacías a quienes repartieron el pulque a bordo de las bateas de camionetas, junto a sus barriles llenos del “néctar de los dioses”.
Minutos antes de la repartición del charape el padre Santiago, de la parroquia de San Nicolás, llegó hasta la plaza y arrojó agua bendita a las familias que elaboraron el curado, a sus tinacales (recintos donde se elabora y guarda el producto) y a los asistentes.
El clérigo aseguró que el charape es producto del amor de los mayordomos, y que los evangelios dicen que “hay que darnos espacios para convivir” y que “el vino alegra el corazón del hombre y la mujer”. Así, dio su “permiso para que tomen, nada más por hoy”.
En la explanada de la delegación de la comunidad, frente al templo, vendedores ofrecieron vasos desechables de plástico a diez pesos, y jarras a 20.
Emilia Mendoza, artesana y activista originaria de San Nicolás, una de las principales promotoras de la preservación de las tradiciones otomíes, explicó que el charape es una bebida que tiene como base pulque combinado con frutas y semillas, “por lo que hay de diferentes sabores”.
“Los charapes son curados, es decir pulque combinado con frutas y condimentos; los más tradicionales son de guayaba, nuez, piña, arroz y piñón, aunque también ya hay de maracuyá”, añadió.
Joel Olguín, integrante de la familia Olguín Bautista, una de las ocho a las que este año les tocó hacer y repartir pulque, dijo que además de la repartición de charape ante la iglesia, también se regaló en las casas de cada mayordomo entrante. “Es un día en el que convivimos con nuestros vecinos”, acotó.
Un grupo de mujeres y hombres, hincados frente a metates, molieron las frutas y semillas utilizadas para preparar el pulque curado en sus tinacales.
Olguín abundó que cada dos años se eligen nuevos mayordomos; el primer año les toca elaborar el charape que se reparte el 11 de septiembre y el segundo, tamales, chocolate y “cuelgas”, que son collares elaborados con piezas de pan que se bendicen en la misa del 10 de septiembre.
Además de elaborar el pulque, de acuerdo con la tradición, las familias encargadas de hacer los charapes también deben dar de comer a quienes participaron en la molienda de las frutas y semillas, así como en la producción de miles de litros de curados.
La familia Beltrán Antonio confeccionó 9 mil litros de charape de guayaba, pistache, piñón, nuez y arroz. Emilia Mendoza, quien ayudó a los Beltrán Antonio en la molienda de las frutas y semillas, y en la elaboración del curado, dijo que esta tradición se ha transmitido de manera oral de una generación a otra entre pobladores de San Nicolás, y es producto del sincretismo, la combinación de elementos religiosos prehispánicos con católicos originada durante la Colonia.
“Nos emborrachamos con el charape para entrar en comunión con Dios. Es como en las Bodas de Caná, en las que según el Evangelio de San Juan, Jesús transformó el agua en vino”, expuso Mendoza. “También es una forma de agradecer a San Nicolás los milagros, y sobre todo las buenas cosechas”, remató.