A finales de 1925, el arte cinematográfico atravesaba una transformación silenciosa. Las salas se llenaban de espectadores cautivados por el cine mudo, que convertía las imágenes en emociones y los gestos en narraciones profundas, capaces de comunicar más que las palabras mismas.
En este contexto de innovación, el 30 de diciembre de ese año se estrenó Ben-Hur: A Tale of the Christ. Casi un siglo después de su lanzamiento, su legado conserva la misma fuerza que en su debut. Esta obra no sólo redefinió el horizonte del séptimo arte, sino que se consolidó como un referente indiscutible en el imaginario colectivo y en la historia de las grandes producciones cinematográficas.
Esta adaptación de la novela homónima de 1880, escrita por Lewis Wallace, marcó el final de dos eras. La colosal producción de los estudios MGM personificó y culminó la tradición de las espectaculares epopeyas mudas
, señaló el doctor Howard Miller, profesor emérito de historia y estudios religiosos en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, durante una conferencia impartida en el Museo del General Lew Wallace en Crawfordsville, Indiana.
“Además, la película marcó el final de casi seis décadas en las que la obra de Wallace estuvo siempre presente en el centro de la vida religiosa y la cultura popular estadunidense. Cuando MGM rehizo Ben-Hur en 1959, fue necesario reintroducir la novela del general en este país”, indicó Miller.
La trama combina acción, drama y un mensaje espiritual que resuena con audiencias de todas las épocas. Entre las escenas más recordadas destaca la carrera de cuadrigas, la cual requirió meses de planeación y ejecución.
Howard Miller destacó que la secuencia, filmada en una pista especialmente diseñada en Culver City, California, es un ejemplo magistral de cómo el cine mudo logró transmitir emoción y adrenalina sin recurrir a diálogos. Con más de 40 cámaras capturando cada ángulo y un equipo de dobles que asumió riesgos extremos, esta escena sigue siendo considerada una de las más espectaculares en la historia del séptimo arte
.
Película más cara del cine mudo
Con un presupuesto de 4 millones de dólares, cifra astronómica para la época, Ben-Hur se convirtió en la película más cara del cine mudo
. Además de elevar los estándares de producción cinematográfica, logró recaudar casi 11 millones de dólares en taquilla y consolidó a MGM como un estudio líder en la industria.
La trama aborda la historia de Judá Ben-Hur, príncipe judío que, tras ser traicionado y esclavizado por su amigo de la infancia Messala, emprende un camino de venganza y redención en el contexto de la vida de Jesús de Nazaret.
Dirigida por Fred Niblo y protagonizada por el actor mexicano Ramón Novarro, la producción enfrentó numerosos desafíos. El rodaje comenzó en Italia, pero los problemas logísticos y varios accidentes obligaron a trasladar la filmación a Estados Unidos. Para recrear la antigua Roma y los paisajes de Judea, se necesitaron miles de extras, cientos de caballos y decorados monumentales.
A finales de 1925, el arte cinematográfico atravesaba una transformación silenciosa. Las salas se llenaban de espectadores cautivados por el cine mudo, que convertía las imágenes en emociones y los gestos en narraciones profundas, capaces de comunicar más que las palabras mismas.
En este contexto de innovación, el 30 de diciembre de ese año se estrenó Ben-Hur: A Tale of the Christ. Casi un siglo después de su lanzamiento, su legado conserva la misma fuerza que en su debut. Esta obra no sólo redefinió el horizonte del séptimo arte, sino que se consolidó como un referente indiscutible en el imaginario colectivo y en la historia de las grandes producciones cinematográficas.
Esta adaptación de la novela homónima de 1880, escrita por Lewis Wallace, marcó el final de dos eras. La colosal producción de los estudios MGM personificó y culminó la tradición de las espectaculares epopeyas mudas
, señaló el doctor Howard Miller, profesor emérito de historia y estudios religiosos en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, durante una conferencia impartida en el Museo del General Lew Wallace en Crawfordsville, Indiana.
“Además, la película marcó el final de casi seis décadas en las que la obra de Wallace estuvo siempre presente en el centro de la vida religiosa y la cultura popular estadunidense. Cuando MGM rehizo Ben-Hur en 1959, fue necesario reintroducir la novela del general en este país”, indicó Miller.
La trama combina acción, drama y un mensaje espiritual que resuena con audiencias de todas las épocas. Entre las escenas más recordadas destaca la carrera de cuadrigas, la cual requirió meses de planeación y ejecución.
Howard Miller destacó que la secuencia, filmada en una pista especialmente diseñada en Culver City, California, es un ejemplo magistral de cómo el cine mudo logró transmitir emoción y adrenalina sin recurrir a diálogos. Con más de 40 cámaras capturando cada ángulo y un equipo de dobles que asumió riesgos extremos, esta escena sigue siendo considerada una de las más espectaculares en la historia del séptimo arte
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Película más cara del cine mudo
Con un presupuesto de 4 millones de dólares, cifra astronómica para la época, Ben-Hur se convirtió en la película más cara del cine mudo
. Además de elevar los estándares de producción cinematográfica, logró recaudar casi 11 millones de dólares en taquilla y consolidó a MGM como un estudio líder en la industria.
La trama aborda la historia de Judá Ben-Hur, príncipe judío que, tras ser traicionado y esclavizado por su amigo de la infancia Messala, emprende un camino de venganza y redención en el contexto de la vida de Jesús de Nazaret.
Dirigida por Fred Niblo y protagonizada por el actor mexicano Ramón Novarro, la producción enfrentó numerosos desafíos. El rodaje comenzó en Italia, pero los problemas logísticos y varios accidentes obligaron a trasladar la filmación a Estados Unidos. Para recrear la antigua Roma y los paisajes de Judea, se necesitaron miles de extras, cientos de caballos y decorados monumentales.